El Tlatoani Moctezuma encabezaba un grupo integrado por guerreros, sacerdotes, grandes señores y ministros con varas en las manos, todos mexicas; mientras que el conquistador Cortés se acompañaba de soldados escopeteros, ballesteros, arcabuceros, frailes y algunos guerreros tlaxcaltecas. La Malinche iba en esta comitiva y precedía a un séquito de mujeres. Pedro de Alvarado, con sus flamígeros cabellos, caminó junto a Cortés, Bernal Díaz del Castillo y Juan Velásquez de León. A la vera del Palacio Nacional y en presencia del General Díaz, de su gabinete y del cuerpo diplomático, Hernán Cortés se apeó de su tordillo “Molinero” y saludó a Moctezuma. Concluido el encuentro de dos mundos, la época colonial se encarnó en la marcha que conmemoraba la toma de Tenochtitlan el 13 de agosto de 1521. Desde esa fecha, cada año, los miembros de la Real Audiencia, del Ayuntamiento de la Ciudad de México, los indios principales de Santiago Tlatelolco y otras autoridades sacaban el Pendón Real de damasco carmesí, con el escudo real bordado en oro, y recorrían algunas calles de la ciudad.El último conjunto tuvo carros alegóricos en honor a Hidalgo, Morelos y el sitio de Cuautla, un carro del estado de Tabasco y el Gran Carro de la Paz del Gobierno de Sinaloa. El número principal fue la representación de la entrada del Ejército Trigarante a la Ciudad de México, el 27 de septiembre de 1821. Agustín de Iturbide, Vicente Guerrero, Manuel Mier y Terán, Guadalupe Victoria y Anastasio Bustamante volvieron de sus heroicos sepulcros para desfilar ante más de doscientas mil personas. Los soldados de los regimientos fueron representados por artistas y estudiantes. Los uniformes se hicieron con apego a las crónicas y las armas eran auténticas de la época. En esta ocasión, tal y como sucedió en 1821, los soldados y jefes militares entraron a la ciudad en medio de vivas y aplausos. El objetivo del desfile era presentar los tres momentos más importantes de la historia de México. Cabe advertir que, en el desfile, el desarrollo histórico de México se presentaba de forma diferente, pues en lugar de escenificar las grandes batallas y guerras que simbolizan el origen de la nación, se destacaron momentos de relativa paz y unión de las fuerzas discordantes: el encuentro de Cortés y Moctezuma, las autoridades virreinales reunidas con las repúblicas de indios y, finalmente la alianza de insurgentes y realistas en pos de la Independencia.
El mismo día 15 por la tarde, se repartieron invitaciones para funciones públicas en los principales teatros de la ciudad; se llevó a cabo una corrida de toros y un espectáculo de jaripeo. Todos quedaron contentos con las suertes de los charros que montaban a pelo y redomaban yeguas recias. Las plazuelas de Carlos Pacheco, de La Soledad y la Palma fueron ocupadas por acróbatas y cirqueros que divirtieron a niños y adultos.En la noche, la iluminación de edificios y sedes de gobierno ofrecía a los capitalinos y a los visitantes –que llegaron por miles para los festejos septembrinos– un prodigio más: las personas se admiraban al caminar por la calle de Madero en dirección al Zócalo, pues parecía que lo hacían entre dos murallas de fuego. Eran millares de bombillas luminosas, multicolores, que anunciaban el prodigio de la iluminación eléctrica.Cerca de las diez de la noche hubo fuegos artificiales y una gran serenata frente a Palacio Nacional. A las once ocurrió el tradicional Grito, Porfirio Díaz repicaba la campana con la que Hidalgo convocó a los habitantes del pueblo de Dolores.
La Plaza Mayor estaba rebosante y, después de las emotivas palabras del presidente Díaz en honor de los héroes de 1810, el gentío caminaba y se detenía bullicioso por las calles. En las plazas y espacios abiertos se improvisaban bailes y se cantaban canciones populares. ¡Qué tiempos, señor don Simón!En retrospectiva, considerar que el origen y el progreso de México se encontraba en la unión y no en la guerra, refleja una visión diferente de la historia empírica que nos muestra la lenta y penosa afirmación de nuestro país, como resultado de la sangre y el fuego de muchas guerras. Por supuesto, el desfile histórico se organizó bajo el gobierno de don Porfirio, cuyo lema principal era “Paz, Orden y Progreso”. Con motivo de las conmemoraciones del Bicentenario, tendremos que preguntarnos si la mirada de José Casarín sobre el desarrollo histórico del país –cimentado en la unión y no en la división– puede ayudarnos cien años después.
Qué opinas de la forma de celebrar la indepencia hace 100 años comparada con la actual?
Tomando en cuenta que ese año dio inicio la revolución Mexicana compara la stuación con el México actual en cuanto a problemáticas comunes e incoformidad de los mexicanos.
Karla Herrera Buhler
imagenes carros alegoricos que desfilaron en 1910
(en revista mexicanisimo)